Lazar Protić
Mi viaje a Málaga fue una experiencia inolvidable que me permitió conocer profundamente la cultura española. Durante mi estancia, viví con una familia local en un acogedor barrio de la ciudad. Desde el primer día, me hicieron sentir como en casa. Compartíamos las comidas, y cada cena se convertía en una oportunidad para practicar el español y aprender sobre sus tradiciones. La familia me enseñó algunas costumbres andaluzas, como la siesta y la importancia de la merienda.
Las clases de español fueron una de las partes más emocionantes de mi viaje. En lugar de solo estudiar gramática y vocabulario, mis profesores utilizaban métodos muy creativos. Aprendimos a través de juegos de rol, canciones y actividades al aire libre. Un día, hicimos un “tour” por el barrio, donde teníamos que preguntar a los vecinos sobre sus vidas y tradiciones. Esta metodología no solo mejoró mi español, sino que también me ayudó a hacer amigos locales.
Málaga está llena de historia y belleza. Uno de los lugares más impresionantes que visité fue la Alcazaba, una fortaleza árabe que ofrece vistas espectaculares de la ciudad. También subí al Castillo de Gibralfaro, donde disfruté de un atardecer mágico. Cada rincón de estas estructuras me contaba historias del pasado. Además, recorrí varios museos, como el Museo Picasso, que alberga una colección impresionante del famoso pintor malagueño. El Centre Pompidou también fue fascinante; su arquitectura moderna contrasta maravillosamente con el entorno histórico de la ciudad.
No podía faltar un día en la playa. Pasé horas en la Playa de La Malagueta, disfrutando del sol y del mar Mediterráneo. La arena dorada y las aguas cristalinas eran perfectas para relajarme después de días llenos de actividades. También probé tapas en uno de los chiringuitos cercanos, donde degusté espetos (sardinas asadas) y otros platos típicos.
Una de las experiencias más memorables fue cuando preparé paella con mi familia anfitriona. Me enseñaron a seleccionar los ingredientes frescos en el mercado local: mariscos, pollo, verduras y, por supuesto, el arroz especial para paella. Cocinar juntos fue muy divertido y me permitió aprender sobre la gastronomía andaluza. Al final del día, disfrutamos de nuestra creación en la terraza mientras compartíamos risas y anécdotas.
Mi viaje a Málaga fue mucho más que unas vacaciones; fue una inmersión cultural que enriqueció mi vida. Aprendí no solo el idioma, sino también sobre la calidez y hospitalidad del pueblo español. Cada día estaba lleno de nuevas aventuras y aprendizajes. Sin duda, recomiendo a todos visitar Málaga; es un lugar donde la historia, el arte y la gastronomía se entrelazan para crear una experiencia única e inolvidable. ¡Espero volver pronto!
Comments